miércoles, 21 de julio de 2010

El himno al Ciudadano Planetario

Serán ustedes testigos del gran cambio

Embajadores de un nuevo renacer

Verán Imperios caer ante sus ojos

Más con coraje otro mundo han de traer.



Serán la paz y el amor sus ideales

Y habrá una bandera para toda la humanidad

Tendrá un abrazo estampado en su frente

Y sus colores serán la libertad.



Tendrán por ende el privilegio de guiarlos

Con la sabiduría del alma deberán iluminarlos

No habrá fronteras ni planetas desconocidos

Pues entre todos los seres del universo estaremos unidos.



No existirán otras lenguas que dificulten la comunicación

Con la naturaleza y los animales hablarán desde su corazón

La estructura familiar se habrá transformado

Entre infinitas almas nos llamaremos hermanos.



Dominarán por siempre su relación con el tiempo

Agradeciéndonos con humildad el poder de lo eterno

No cuestionarán jamás el que hayan sido los elegidos

Fue éste siempre su propósito. Para todos un mismo destino.



Y así todo habitante será puro, será evolucionado

En este mundo que les espera solo perdura lo sagrado.

Lo que es oscuro muere. En las noches no existe la pesadilla.

Lo que por amor se moviliza en nuestra Tierra Interna siempre brilla.



La ciencia y el arte se fundirán entonces como resultado

De la mente y el corazón que ya no estarán desconectados

No habrá decisiones tomadas por la personalidad

Las respuestas llegarán de lo más interno donde se halla la verdad.



Un nuevo orden se habrá establecido

No habrá ricos ni pobres mendigos

Quienes hayan trabajado para el futuro anhelado

Con la abundancia del universo se verán recompensados.



Por eso llegarán quienes aprendan solo a dar

Sin esperar nada a cambio, sin intentar negociar

En la igualdad el nuevo hombre encontrará su fortaleza

Todo ser vivo será próspero por naturaleza.



Y así será cuando llegue el gran momento

Se encuentra cerca y lo están presintiendo

Su identidad ya no será un número ordinario

Con fervor gritaremos me declaro Ciudadano Planetario.




Por JOEL CASENEUVE

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